sábado, 11 de abril de 2009

Ansiolíticos


Estás ahí, te veo inmóvil y comienzo a pensar en tantas cosas que pasaron durante los 29 años anteriores, los años que he estado en tu vida y tu en la mía, es extraño pero no tengo ganas de llorar, el mirar tu cuerpo yerto me hace pensar en cualquier cosa menos en el dolor o la pena, te observo, te observo y me pregunto como un árbol tan fuerte y saludable ha llegado a convertirse en una ruma de leña mojada. Concentrada en ese pensamiento escucho una voz a lo lejos, que me interroga, es una voz gastada, añeja, arrugada, un tanto perspicaz y muy inquisitiva, ¿que le pasó? , miro a la anciana con pocas ganas de contestarle, precisamente era el momento en que no necesitaba, ni quería de modo alguno expresarme verbalmente, solo quería viajar dentro de mis pensamientos más profundos, tal vez para evadirme de las lágrimas, táctica que había aprendido un tiempo atrás luego de alguno que otro desliz amoroso. De improviso la voz de un hombre interrumpe a la mujer que me interrogaba para preguntarme si es que me habían atendido, comenzó a examinar tu cuerpo, tus párpados inertes no respondían a la voz de alerta del médico, toda tu estabas en otra dimensión, tus manos, tu rostro, tus labios, desde tus pies hasta tu cabeza, solo tu corazón latía con ritmo parsimonioso, en cierto sentido yo te acompañaba en esa dimensión tal vez impactada por el viaje en ambulancia o por la cara de angustia de mi hermano y mi abuela que te encontraron casi muerta. Debemos dejarla, declamaba autoritario, tiene compromiso de conciencia, además no conocemos ni la dosis ni los medicamentos que consumió. Todo pasaba en cámara lenta el tiempo se detenía en cada sílaba que pronunciaba aquél personaje de blanco, perdida entre mis pensamientos, tus dimensiones, la realidad, la voz de la anciana mujer, y la certeza de tener que dejarte ahí, sola desvalida, sin conciencia, fría, irreconociblemente lejana, me fui sin rumbo alguno, sumida en algún tipo de sensación que aún no sé describir, sintiéndome inútil, impotente, casi culpable, rabiosa y delicadamente entregada al destino.
Al cabo de un tiempo, no tengo la certeza de cuanto, llego a mi casa con tus pertenencias y con una bolsa llena de fármacos que inducen el sueño, la noche, la otra dimensión, la evasión, el vuelo, el viaje o más directamente la muerte, los observo y reviso sus nombres llenos de consonantes y sílabas difíciles de pronunciar, en eso estoy y empiezo a hurgar entre mis recuerdos,¿ cuando fue que realmente te perdí?, tus ojos ya lo anunciaban, tus palabras ya lo adivinaban, la pena te estaba ahogando y no podíamos hacer nada, no recuerdo la fecha exacta, pero si momentos donde el velo negro nublaba tu mirada, hasta que llegó y para quedarse, te quiere para sí, extraño suceso que tu también quieras abandonarnos y partir así nada más, yo no te voy a soltar por ahora, no tienes permiso y eso es todo lo que tengo que decir.

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