miércoles, 5 de septiembre de 2018

Perdida



Cuando se ha  iniciado el invierno del invierno
en el aproximado otoño de la vida
y todo el calor del color se torna frío
más frío que la menta,
o que el hielo seco del cerro embrujado
se siente el peso de la oscuridad lejana
Sabrosa, seductora
absolutamente inexorable, universal.

Oscuridad lejana, desafiante
misteriosa como el océano en año de tormentas
Se siente en los párpados,
se siente en los brazos
se siente en la torpeza matinal de saberse secreta, impenetrable
Cascarón de nuez…

Cuando la certeza de la oscuridad lejana
Te golpea con la convicción de saberse amando
vuelven las traviesas mariposas
a posarse sobre mi apolillada y trastornada cabeza
buscando una vez más la luz
me desafían a renovar los votos que profesé hace 10 años ya
a cantar a gritos cada letra de tu nombre
a bailar las líneas perpendiculares de todo el territorio ya recorrido
una y otra vez, a tu lado
en la geografía de tu cuerpo entero
a caminar esa milla que visualizamos, casi como un ideal
el tercero, el último 
y sin duda alguna el más importante
me traen tu aroma perdido,
ese aroma a guitarra,
a música de trovador rebelde
de hombre dulce cuando la nada nos abraza
de bailarín callejero y borracho enamorado.

Cuando se ha  iniciado el invierno del invierno
En el cada vez más cercano otoño de la vida
Y solo me queda creer
busco el acomodo agónico de querer reconocerte
entre lágrimas y sábanas maternas
entre noches de viento porteño, crudo y violento
Por allá en las alturas dónde la niebla se devuelve.

Busco el acomodo y me enredo
como me enredas tú cada vez que me confrontas
Cada vez que me abrazas
Cada vez que me amas
Busco ese acomodo con furia
Con rebeldía, con tierna complicidad
Y compañerismo innato.

Lo busco, con tanta pasión que sólo me pierdo
Me pierdo y me quedo desnuda en el medio de un bosque milenario
Con la desesperanza de una pesadilla a medio terminar
Con la angustia de condenado a muerte
Me pierdo de forma pétrea.

Pero siempre al final del día te encuentro acá dentro
Siempre al final de cada uno de estos tres mil seiscientos y tantos días
En lo más profundo de las células que te han pertenecido eternamente
Porque estás en mí.

Aún en  latitudes lejanas
Me lo confirmas con tus ojos de gitano antiguo
Con tus manos de luto
Con tus letras llenas de melancolía
Y con cada acorde que sintoniza con mi alma
Guerrero de batallas lejanas
Sin eufemismos baratos,
 ni escándalo de masas humanas  adormecidas
Amor de mis 28 y de mis tiernos 39
El tercero,
el último.

El más importante.

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